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La Seducción de la Niñera

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December 2, 2025
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Alex era un hombre de treinta y ocho años, con una vida que, en apariencia, era perfecta. Casado con Laura desde hacía diez años, tenían un hijo de cinco, Tommy, que era el centro de su universo. Alex trabajaba como gerente en una firma de consultoría, lo que significaba horarios largos y estrés constante, pero el sueldo era bueno y les permitía una casa cómoda en los suburbios. Laura, por su parte, era abogada en un bufete prestigioso, y sus viajes de negocios la mantenían fuera de casa con frecuencia. Era una mujer hermosa, de cabello castaño y curvas suaves, pero el matrimonio había caído en la rutina: sexo esporádico, más por obligación que por pasión, y conversaciones que giraban en torno a facturas y horarios escolares.

Todo cambió cuando contrataron a Sophia como niñera. Sophia tenía veintidós años, era estudiante de psicología en la universidad local, y había llegado recomendada por una amiga de Laura. Era el tipo de chica que hacía girar cabezas sin esfuerzo: alta, con piernas largas y tonificadas que parecía que nunca terminaban, piel oliva suave como la seda, y un cabello negro azabache que caía en ondas hasta la mitad de su espalda. Sus ojos verdes eran hipnóticos, con un brillo juguetón que prometía secretos. Pero lo que más destacaba era su cuerpo: pechos firmes y generosos, que se marcaban bajo cualquier camiseta ajustada, un culo redondo y prieto que se movía con un vaivén hipnótico cuando caminaba, y una cintura estrecha que acentuaba sus caderas anchas. Vestía de manera casual, pero siempre con un toque provocador: shorts cortos que dejaban ver el inicio de sus muslos, tops que mostraban un escote sutil, y a veces, cuando se agachaba a jugar con Tommy, Alex no podía evitar notar cómo su ropa se adhería a sus curvas sudorosas en los días calurosos.

Al principio, Alex la vio como una bendición. Sophia era responsable, cariñosa con Tommy, y siempre llegaba a tiempo. Laura estaba encantada, y Alex... bueno, Alex intentaba no mirarla demasiado. Pero era imposible. Cada tarde, cuando volvía del trabajo, la encontraba en la sala, inclinada sobre el suelo jugando con bloques, su culo en el aire, o en la cocina preparando la cena, con el sudor perlando su cuello y bajando hacia el valle entre sus tetas.

- Hola, señor Ramirez - decía ella con una sonrisa coqueta, mordiéndose el labio inferior de forma casi imperceptible.

Alex respondía con un saludo seco, sintiendo un tirón en sus pantalones que lo obligaba a sentarse rápido.

La seducción comenzó de manera sutil, casi inocente. Era un martes por la noche, Laura estaba en un viaje de tres días a Nueva York, y Alex llegó a casa exhausto después de una reunión interminable. Sophia estaba en la cocina, con Tommy ya dormido en su habitación. Llevaba un short de jean ajustado que apenas cubría la curva inferior de sus nalgas, y una camiseta blanca sin sujetador –Alex lo notó inmediatamente porque sus pezones se marcaban como dos botones duros bajo la tela fina.

- Hola, Alex -dijo ella, usando su nombre de pila por primera vez, en lugar de "señor Ramirez". Su voz era ronca, como un susurro cargado de promesas-. Tommy se durmió hace media hora. Preparé algo de cena, si quieres.

Alex tragó saliva, intentando no mirar cómo sus tetas se movían libremente mientras removía una olla.

- Gracias, Sophia. No es necesario que te quedes más, puedo encargarme.

Pero ella insistió, sirviéndole un plato de pasta con salsa que olía delicioso. Se sentó frente a él en la mesa, cruzando las piernas de manera que su short se subiera un poco más, revelando la piel suave de su muslo interior. Mientras comían, charlaron de tonterías: la universidad, el trabajo de Alex, películas. Pero cada vez que ella reía, inclinaba la cabeza hacia atrás, exponiendo su cuello largo y elegante, y Alex imaginaba besarlo, morderlo suavemente.

Esa noche, después de que Sophia se fuera, Alex se masturbó en la ducha pensando en ella. Se imaginó sus labios carnosos envolviendo su polla, sus ojos verdes mirándolo mientras lo chupaba. Se corrió con fuerza, sintiendo culpa inmediata, pero el deseo no desapareció. Al día siguiente, la seducción escaló. Laura seguía fuera, y Sophia llegó temprano para cuidar a Tommy. Alex estaba en casa trabajando remoto, y la oyó jugando en el jardín trasero. Miró por la ventana y la vio: en bikini, porque hacía calor y Tommy quería jugar con la manguera. El bikini era rojo, diminuto, con tiras que apenas contenían sus tetas grandes y redondas. Sus pezones se endurecían con el agua fría, y el tanga inferior se adhería a su coño, delineando los labios hinchados. Alex sintió su polla endurecerse al instante, presionando contra sus pantalones.

Intentó concentrarse en el trabajo, pero cada pocos minutos, oía su risa. Finalmente, salió al jardín con la excusa de un vaso de agua. Sophia lo vio y sonrió, salpicando agua hacia él juguetonamente.

- ¡Ven, Alex! Únete a la diversión.

Tommy chillaba de alegría, pero Alex solo podía enfocarse en cómo el agua corría por el cuerpo de Sophia, goteando entre sus tetas, bajando por su vientre plano hasta el triángulo de tela que cubría su coño depilado –podía ver el contorno perfecto. Ella se agachó para recoger una pelota, y su culo se expuso casi por completo, las nalgas separadas lo suficiente para que Alex imaginara hundir su cara allí, lamiendo su ano y su coño mojado.

Esa tarde, mientras Tommy dormía la siesta, Sophia entró en la oficina de Alex con una toalla envuelta alrededor de su cuerpo.

- Oye, ¿puedo usar tu ducha? La de abajo está ocupada con la ropa de Tommy.

Alex asintió, intentando no tartamudear. Ella se duchó en el baño adjunto a su oficina, y él oyó el agua correr, imaginando su cuerpo desnudo bajo el chorro, sus manos enjabonando sus tetas, bajando a su coño, frotando su clítoris hinchado. Cuando salió, llevaba solo la toalla, que se abría ligeramente en el frente, revelando el inicio de su monte de Venus.

- Gracias -murmuró ella, inclinándose para recoger su bikini del suelo.

La toalla se abrió un poco más, y Alex vio un destello de sus labios vaginales, rosados y húmedos.

El deseo lo estaba volviendo loco. Esa noche, solo en la cama, se masturbó de nuevo, fantaseando con follarla contra la pared, pero se contuvo de llamarla. Al día siguiente, la seducción se volvió más directa. Laura regresó esa mañana, pero solo para empacar y partir a otro viaje esa misma tarde –un caso urgente en Chicago que la mantendría fuera una semana. Alex la despidió con un beso tibio, sintiendo una punzada de culpa por lo que su mente ya planeaba.

Sophia llegó a las seis, con un vestido veraniego corto, de tela ligera que se pegaba a su piel. Tommy estaba emocionado, pero Alex notó cómo ella lo miraba: con ojos entrecerrados, lamiéndose los labios sutilmente. Durante la cena, se sentó al lado de él, su muslo rozando el suyo bajo la mesa. Cada roce era eléctrico, enviando ondas de calor a su polla.

- Estás tenso, Alex -susurró ella cuando Tommy no miraba-. Deberías relajarte más.

Su mano se posó en su rodilla, subiendo lentamente por su muslo, deteniéndose justo antes de su entrepierna. Alex jadeó, su polla endureciéndose al instante.

Después de acostar a Tommy, Sophia no se fue. En cambio, se sirvió un vaso de vino de la nevera y se sentó en el sofá, cruzando las piernas de manera que su vestido se subiera, revelando que no llevaba bragas. Alex vio el destello de su coño desnudo, los labios ligeramente separados, brillando con humedad.

- Quédate conmigo un rato - dijo ella, su voz baja y seductora-. Laura no está, y pareces necesitar compañía.

Alex se sentó, intentando mantener la compostura, pero su polla ya estaba dura como una roca, presionando contra sus jeans. Charlaron, pero cada palabra de Sophia estaba cargada de insinuaciones.

- Sabes, a veces me siento sola en mi apartamento -dijo, inclinándose hacia adelante para que su escote se profundizara, sus tetas casi saliéndose del vestido-. Me acuesto en la cama y pienso en... cosas. En hombres maduros, como tú, que saben lo que quieren.

Su mano rozó su brazo, subiendo a su hombro, masajeándolo suavemente. Alex sintió su aliento cálido en su oreja.

- Eres tan atractivo, Alex. Apuesto a que tu polla es enorme.

Las palabras lo golpearon como un rayo. Intentó protestar, mencionar a Laura, pero Sophia lo silenció con un dedo en sus labios.

- Shh, no digas nada. Solo déjame ayudarte a relajar.

Se arrodilló frente a él en el sofá, sus manos yendo directamente a su cinturón. Alex estaba paralizado, su corazón latiendo con fuerza, su polla palpitando de anticipación. Ella desabrochó sus pantalones con dedos hábiles, bajando el zipper lentamente, como si estuviera desenvolviendo un regalo.

- Oh, Dios -murmuró Sophia al sacar su polla erecta.

Era gruesa, venosa, con una cabeza hinchada y roja, ya goteando pre-semen. Medía unos veinte centímetros, y ella la miró con hambre, lamiéndose los labios.

- Es perfecta. Tan grande y dura. Apuesto a que Laura no te la chupa como se merece.

Alex gimió, incapaz de negar lo obvio. Hacía meses que no tenía sexo oral; Laura lo consideraba "demasiado sucio" últimamente.

Sophia comenzó despacio, para torturarlo. Acarició su polla con una mano, subiendo y bajando el prepucio, exponiendo la cabeza sensible. Con la otra mano, masajeó sus bolas pesadas, sintiendo cómo se contraían bajo su toque.

- Mírame - ordenó, y Alex bajó la vista para ver sus ojos verdes fijos en los suyos mientras se inclinaba.

Su lengua salió, lamiendo la gota de pre-semen de la punta, saboreándola como si fuera miel.

- Mmm, sabes delicioso. Tan salado y caliente.

El calor de su boca era abrumador. Abrió los labios carnosos y envolvió la cabeza de su polla, succionando suavemente al principio, su lengua girando alrededor del glande, explorando cada vena, cada pliegue. Alex jadeó, sus manos yendo instintivamente a su cabello, enredándose en las ondas negras. Ella lo tomó más profundo, centímetro a centímetro, hasta que la mitad de su polla desapareció en su boca cálida y húmeda. El sonido de succión era obsceno, mezclado con sus gemidos ahogados. Sophia no tenía arcadas; era experta, relajando su garganta para acomodarlo.

Subió y bajó la cabeza, chupando con fuerza, su saliva goteando por el eje hasta sus bolas. Con una mano, lo masturbaba en sincronía, retorciendo el puño en la base mientras su boca devoraba la punta.

- Joder, Sophia - gruñó Alex, sus caderas empujando involuntariamente.

Ella lo miró, con la polla en la boca, y sonrió alrededor de ella, aumentando el ritmo. Sacó la polla un momento para lamerla de arriba abajo, como un helado, deteniéndose en las venas pulsantes, chupando sus bolas una por una, metiéndolas en su boca y rodándolas con la lengua.

- ¿Te gusta cómo te la chupo? -preguntó, su voz ronca por el esfuerzo- . Puedo sentir cómo palpitas. Vas a correrte en mi boca, ¿verdad? Quiero tragarme toda tu leche caliente.

Volvió a engullirlo, esta vez hasta la base, su nariz presionando contra su pubis, la garganta contrayéndose alrededor de su polla. Alex estaba al borde, el placer construyéndose como una ola imparable. Ella aceleró, chupando con voracidad, sus tetas rebotando bajo el vestido mientras se movía.

No pudo aguantar más. Con un rugido, Alex se corrió, chorros de semen caliente disparándose en su boca. Sophia lo tragó todo, succionando cada gota, lamiendo hasta dejarlo limpio. Se apartó, con los labios hinchados y brillantes, una gota de semen en la comisura de su boca que lamió con deleite.

- Delicioso - susurró, poniéndose de pie-. Pero esto es solo el comienzo, Alex. Mañana, cuando Laura no esté, te voy a volver loco de verdad.

Alex se quedó allí, jadeante, su polla aún semi-erecta, la culpa mezclándose con un deseo insaciable. Sophia se fue con una sonrisa, dejando su aroma en el aire. Esa noche, no pudo dormir, masturbándose de nuevo al recordar su boca. La seducción lo había atrapado por completo.

Pero la verdadera locura comenzó al día siguiente. Sophia llegó temprano, vestida con una falda plisada corta que se levantaba con cada paso, revelando muslos cremosos, y una blusa ajustada con botones que apenas contenían sus tetas. Tommy estaba en la escuela matutina, así que estaban solos.

- Buenos días, Alex - dijo ella, acercándose peligrosamente-. Soñé contigo anoche. Soñé con tu polla dentro de mí.

Sus palabras eran directas ahora, sin rodeos.

Alex intentó resistir, mencionando a Laura, pero Sophia lo besó, su lengua invadiendo su boca, saboreando a menta y deseo. Sus manos exploraron su cuerpo, bajando a su culo, apretándolo.

- No finjas que no me deseas -murmuró contra sus labios- Siento tu polla dura contra mí.

Era verdad; estaba erecto de nuevo, presionando contra su vientre.

Lo llevó al sofá, sentándose a horcajadas sobre él, frotando su coño contra su bulto a través de la ropa. No llevaba bragas, y Alex sintió la humedad caliente filtrándose en sus pantalones.

- Mira lo mojada que me pones -dijo ella, tomando su mano y guiándola bajo su falda.

Sus dedos tocaron su coño depilado, los labios hinchados y resbaladizos. Introdujo un dedo en su interior, sintiendo las paredes calientes y apretadas contrayéndose alrededor de él. Sophia gimió, montando su mano, sus tetas presionadas contra su pecho.

-Quiero que me toques -suplicó, desabotonando su blusa para exponer sus tetas perfectas: grandes, con pezones rosados y erectos como guijarros.

Alex los chupó, mordisqueando uno mientras pellizcaba el otro, haciendo que ella arqueara la espalda.

- Sí, así, más duro. Imagina que es tu polla.

Su coño chorreaba jugos sobre su mano, y él añadió un segundo dedo, follándola con ellos, frotando su clítoris con el pulgar. Sophia jadeaba, sus caderas moviéndose en círculos.

Pero no follaban. Ella lo torturaba, deteniéndose justo antes de que él intentara penetrarla. En cambio, se arrodilló de nuevo, sacando su polla y chupándola con más intensidad que antes. Esta vez, fue salvaje: gargantas profundas, saliva por todas partes, sus manos masajeando sus bolas mientras lo devoraba. Alex la folló en la boca, empujando sus caderas, pero ella controlaba el ritmo, llevándolo al borde una y otra vez sin dejarlo correrse.

Esto continuó durante días. Cada tarde, con Tommy dormido o en actividades, Sophia lo seducía: frotándose contra él en la cocina, dejando que él lamiera su coño mientras ella se sentaba en su cara, sus jugos cubriéndolo; masturbándolo con sus tetas, envolviendo su polla entre ellas y moviéndose hasta que casi explotaba. Siempre culminaba en una mamada épica, tragándose su semen, pero negándole la penetración.

- Aún no - decía con una sonrisa malvada-. Quiero que me desees tanto que no puedas pensar en nada más.

Alex estaba loco de deseo. No podía concentrarse en el trabajo, soñaba con follarla, con hundir su polla en su coño apretado, en su culo redondo. La culpa por Laura se desvanecía, reemplazada por una obsesión ardiente. Sophia lo tenía en sus manos, literalmente, y sabía que pronto, muy pronto, él rompería todas las barreras.

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